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lunes, 13 de abril de 2020


COMERCIO AMBULATORIO

Por Abby Bernaola 



La mayor presencia de las grandes cadenas de supermercados y minimarkets representa un serio desafío para los pequeños comerciantes de los mercados existentes a nivel nacional; por lo que el proceso de formalización de estos centros de abasto resulta ser una necesidad.

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Figura 1: Comercio ambulatorio en el Perú

En ese sentido, el presidente de la República, Martín Vizcarra, promulgó la ley de posibilita la formalización de mercados públicos. que beneficiará a más de 2 millones de emprendedores.


"Por años los emprendedores han tenido un puesto en los mercados y no podían hacer inversiones para mejorarlo porque no tenían la propiedad, y el costo para poder acceder a ella era demasiado alto; cuando lo contradictorio es que, fruto del esfuerzo de los comerciantes, es que la propiedad elevó", sostuvo.

"Por eso, es que, felicito a Ana María [Choquehuanca] porque ella ha sido promotora de la norma, pero además, nosotros lo respaldamos como Ejecutivo para que se aplique y se ponga en práctica", agregó.

En esa línea, el jefe de Estado explicó que Cofopri tendrá un rol fundamental en la implementación de la norma.

Y es que, de acuerdo con el proyecto de ley que presentó la congresista oficialista, la formalización de los mercados públicos debe realizarse siguiendo los esquemas normativos vigentes en materia de titularidad y destino del producto de la venta. De producirse la venta a sus conductores ésta deberá realizarse a título oneroso y a valor arancelario, fijado por el Consejo Nacional de Tasaciones. Dicho precio podrá ser pagado al contado o al crédito pagadero hasta en 60 meses.

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Figura 2: La situación del comercio ambulatorio

A su turno, Ana María Choquehuanca, autora del proyecto de ley, dijo que este gesto del presidente Vizcarra, de promulgar la ley, gráfica una realidad para los peruanos que que menos tienen.

"Desde hoy los emprendedores tendrán acceso al financiamiento y a la oportunidad de mejorar las instalaciones y organizarse en grupo", comentó.

En tanto, Carlos Aguilar, secretario general de la Confederación Nacional de Trabajadores en Mercado y Comercio del Perú, señaló que cuando aparecen los supermercado ellos no tienen miedo porque aún representan el 80% del comercio.

"En nombre de los más de cuatro millones de emprendedores comerciantes de los mercados de abasto queremos agradecer al presidente por haber firmado una ley que favorecerá a casi el 50% de comerciantes que todavía no tienen título del terrenos que los mismos comerciantes han forjado", mencionó.

"Queremos competir de igual a igual con los supermercados y queremos iguales condiciones. No puede ser posible que a ellos, cuando quieren construir, le den licencia de construcción y a nosotros nos tome un año y medio", añadió.
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Figura 3: La realidad del comercio ambulatorio

Datos
Según el Ministerio de la Producción, existen 2,215 mercados registrados y no registrados a nivel nacional que son importantes en la generación de empleo e ingresos (aproximadamente 200,000 empleos a nivel nacional).

Existen 2,612 mercados de abastos en el Perú, concentrando Lima y el Callao el 53.7% de los mercados a nivel nacional, según el Censo Nacional de Mercados de Abastos del Inei del 2016. A esta estadística se suma que San Juan de Lurigancho es el distrito con el mayor número de mercados.



GLOBALIZACIÓN: ¿EL FIN DE UNA ERA?
Por Pedro Cornejo

El pensamiento clásico aplicado a la modernidad




Figura 1. “Tomando la temperatura” a la Globalización



La desglobalización se debe a la caída del comercio global en los últimos años, el incremento de medidas proteccionistas y las tímidas, pero amenazantes restricciones al movimiento de capitales, de personas y de información.



Una corriente de opinión se extiende entre los profesionales de la economía: llegamos al fin de la globalización, un ciclo que comenzó en los noventa y que, desde 2012, va en declive. Lo dicen economistas como Neil Shearing (“la globalización llegó a su punto máximo y existe el riesgo de que el mundo comience a desglobalizarse”), Michael O’Sullivan (“la globalización, al menos como la gente la ha conocido, está muerta”), Catherine Mann (“los esfuerzos de liberalización comercial se han frenado y en numerosos países han empeorado las prácticas que dañan los intercambios”), entre muchos otros. Un informe del diario El País* señala que “el mundo ha entrado en una fase de desglobalización”. Y se remite a la caída del comercio global en los últimos años, el incremento de medidas proteccionistas y las tímidas, pero amenazantes restricciones al movimiento de capitales, de personas y de información. *“La guerra comercial entre EE. UU. y China acelera la desglobalización”.



Esto me recuerda el libro que Anthony Giddens publicó en 1999: Un mundo desbocado. El renombrado sociólogo inglés hablaba de la globalización como un fenómeno económico, pero también político, cultural y tecnológico que estaba transformando radicalmente nuestras vidas. Giddens era consciente de sus consecuencias negativas: el notable aumento de la desigualdad entre pobres y ricos, la destrucción de las culturas locales, los crecientes peligros originados por el cambio climático, el resurgimiento de nacionalismos e integrismos religiosos de toda índole, etc. De ahí su convicción de que “el campo de batalla del siglo XXI enfrentará al fundamentalismo con la tolerancia cosmopolita”. Pero Giddens confiaba en el triunfo del cosmopolitismo, la diversidad cultural y la democracia liberal, todos ellos estrechamente vinculados, según él, a la globalización.



Tal triunfo, sin embargo, está lejos de haberse materializado. Es verdad que el mundo contemporáneo está (casi) completamente interconectado y que, en líneas generales, la sociedad es más diversa y multicultural, pero también lo es que el racismo, la intolerancia y la discriminación dan muestras de una vitalidad digna de mejor causa. Por otra parte, la democracia, como forma de gobierno, atraviesa por una profunda crisis de representatividad que afecta el núcleo de su estructura. La desconfianza ha penetrado como un puñal en Occidente y, como consecuencia, la seguridad se ha convertido en el valor supremo que todos (Estados e individuos) buscan proteger, en detrimento incluso de la libertad. De ahí que, como señala el reconocido economista francés Thomas Piketty, sea urgente “repensar la globalización”: dejar de concebir el comercio como un fin en sí mismo que hay que liberalizar a toda costa y volver a pensarlo como un medio al servicio de un mundo más justo y sostenible que solo se hará realidad, según Piketty, si se consigue “superar el hipercapitalismo actual”. Una afirmación que, sin duda, dará mucho que hablar.



Y si la globalización nos proporcionó un acercamiento a la ciencia y tecnología como también a las inversiones de gran envergadura, ahora identificamos los peligros de este hecho en tiempos de pandemia, los riesgos que podría traer para la salud y la vida de todos los seres humanos.